sábado, 30 de noviembre de 2013

SOBRE EL MONJE JAPONÉS EJO TAKATA

Alejandro Jodorowsky:
Practiqué la meditación Zen con el monje japonés Ejo Takata, durante cinco años. Luego mis viajes nos separaron.

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En “El maestro y las magas”: La iluminación no es una cosa. No es una meta ni un concepto. No es algo que se obtiene. Es una metamorfosis... Si el gusano pensara que la mariposa a la que da origen son alas y antenas que le crecen a él, no habría mariposa. El gusano tiene que aceptar desaparecer, transformándose. Cuando el maravilloso insecto vuela, no queda en él nada del gusano.

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Cuando tuve una inmensa pérdida, fui a ver a mi maestro budista zen Takata para que me consolara me miró con profundo respeto y me dijo una sola palabra: “Duele”, y yo, inmediatamente, comprendí no debía luchar contra mis sentimientos ni contra mi pena debía aceptar el dolor de la pérdida en mí y continuar viviendo y construyendo otra vida comprendí que ese dolor un día sería el alimento de mi arte, es todo lo que te puedo decir.

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Mi Maestro Ejo Takata me dijo: “Para estar correctamente de pie, es necesario haber caído cientos de veces. Quien no sabe caer, no sabe estar bien de pie. Quien no acepta con humildad el fracaso, no puede triunfar. Triunfar es aprender a fracasar. Para saber cuánto eres rico, cuenta cuántas deudas tienes”.

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La primera vez que vi a mi maestro Zen Ejo Takata, de inmediato me mostró una palabra japonesa escrita en el muro de la sala de meditación. La tradujo con una hermosa sonrisa: “¡Felicidad!”. Con ese solo vocablo me transmitió toda la doctrina Zen. ¿Si no te entregas a la felicidad de existir, de qué te sirve meditar días enteros?

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Ejo Takata, citado por Alejandro Jodorowsky en “Cabaret Místico”: “El pantano no es consciente cuando produce un loto. Si se dijera, nunca produciría algo. Seguiría siendo un pantano maloliente. Pero de pronto, en esa masa densa y oscura, la fuerza vital produce una flor blanca... Nunca estamos preparados para crear. La creación se hace a través de nosotros, porque obedece a cosas más vastas que la voluntad personal”.

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Ejo Takata me dijo: “No molestes a Dios con tus ruegos. El tiene sus propios problemas: todo lo que nace muere”.

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Mi maestro zen Ejo Takata, quien ya había vencido a su animal interior, no tenía territorio. Con sus escasas pertenencias se alojaba en los sitios que sus discípulos le prestaban. Poseía sólo dos trajes: uno para el verano y el otro para el invierno. Comía lo que encontraba en los desperdicios del mercado. Era digno y feliz...

Fuente (Texto): Plano Sin Fin 


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@alejodorowsky en Twitter

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