domingo, 14 de septiembre de 2014

Chistes Para Adultos (Segunda Parte)

-Hace tres días que desapareció mi mujer -declara un hombre que acaba de llegar precipitadamente a la comisaría- ¡Deben encontrarla! Ésta es su foto. ¡Búsquenla! 
-¿Por qué? -pregunta, a modo de respuesta, el agente. 

Después de reflexionar, a este hombre le satisface la desaparición de su mujer, para él «fea». El agente es la parte oculta de su personalidad. Creemos sufrir mucho cuando alguien nos abandona, pero en verdad somos nosotros quienes lo hemos expulsado. 

O también podría ser que no hayan visto a su cónyuge en veinte años de vida en común... Nunca se han comunicado en el nivel que les corresponde. Ninguna escucha verdadera, ninguna conversación profunda. Espiritualmente no han creado nada juntos. Para ambos, esta separación que les parece una tragedia, es lo mejor que ha podido ocurrirles. Juntos no iban a ninguna parte. A veces, ciertas pérdidas, ciertos rechazos, son oportunidades benditas. En el caso de que amemos a alguien, si nos dice «Sí» es una oportunidad; si nos dice «No», es también una oportunidad. 

A veces tenemos que perder una parte de nuestro organismo a causa de una grave enfermedad, o sufrir la muerte de un ser querido, para, finalmente, encontrarnos. 
Si una mujer le pregunta al tarólogo: «¿Voy a encontrar un hombre?», la respuesta correcta es: «El Tarot no ve el futuro.» 

No te puedo decir si lo vas a encontrar, pero puedo decirte por qué no lo encuentras». Y si ella insiste: «He perdido mi sexualidad, ¿cómo puedo recuperarla?», el tarólogo puede responderle: «Afirmas que has perdido tu sexualidad. Hablas de ésta como si fuera una cosa que poseyeras. Es como si dijeras: “He perdido mi bolso”. El bolso te pertenece pero no eres tú. La sexualidad no es una posesión individual. Funciona cuando el otro está presente (salvo que se trate de una masturbación, aunque incluso en este caso hay un fantasma, y por lo tanto el otro también interviene). Cuando quien puede satisfacerte no está presente, no se tiene sexualidad. Entonces hibernas, puedes permanecer inapetente uno, dos, diez años, pero un día, de repente, aparece frente a ti el ser que te hace vibrar y, en un segundo, el deseo te inunda». 

Cuando el marido entra de improviso en el cuarto de su mujer, el detective privado se incorpora y, saltando de la cama, dice: 
-Señor, finalmente tengo la prueba de que su esposa lo engaña.

Muchas historias mitológicas cuentan lo mismo: el héroe comienza una investigación para terminar dándose cuenta de que él mismo es el objetivo de ella. Ha creído investigar cuando, en el fondo, el indagado ha sido él en lo más profundo de sí mismo. Creía perseguir la verdad, cuando sólo estaba escapando de ella. 

Giramos y giramos alrededor de una ilusoria finalidad; en realidad el Yo esencial nos persigue y nosotros huimos. Llegar a la realidad es llegar a nosotros mismos. 

Con la ropa hecha jirones, una mujer de setenta y muchos años de edad se presenta en la comisaría de policía y expone: 
-Para regresar a mi casa debo cruzar un bosque desierto. Esta tarde, de repente, me topé con un joven sátiro. Corrí y corrí y corrí... 
-... y por lo que veo, logró usted alcanzarlo -replica el comisario. 

Pongámonos en el lugar del joven sátiro (el Yo personal). Pensemos que cree estar persiguiendo, con dificultad inmensa, su realización (encarnada por la anciana, el Yo esencial). Lo que sucede en verdad es que su Yo esencial, puente que lo conduce al Dios interior, es el que lo está persiguiendo, y él quien está escapando. Cuando en el ámbito de la Consciencia creemos buscar, somos nosotros los buscados. El ocultista francés de comienzos del siglo XX Maitre Philippe dijo: «La caza está prohibida. La pesca está permitida». 
La felicidad de dejar de buscar para comenzar a encontrar, aunada a la angustia de dejar pasar, por falta de atención, la oportunidad de recibir al Dios interior, se describe sutilmente en un cuento sufí: 

Mulá Nasrudín consulta a un médico: 
-¡Doctor, tengo un problema terrible! 
-¿Ah, sí? ¿Qué le sucede? 
-Mi mujer habla dormida, toda la noche. Ya no sé qué hacer. -Será fácil: tráigame a su mujer para que yo la cure. 
-Pero no, doctor. No quiero que usted cure a mi mujer. Quiero que me cure a mí. Cada noche ella dice cosas sublimes, pero yo desgraciadamente acabo durmiéndome. Deme un remedio para quedarme despierto la noche entera, escuchándola.  


∼✻∼
Consejos de Alejandro Jodorowsky, en Cabaret Místico” 

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