martes, 27 de enero de 2015

El Loco y El Ermitaño En La Poética De Alejandro Jodorowsky. El Fragmento Como Pensamiento Viajero (Segunda Parte)


Pensamiento instantáneo y olvidadizo, pensamiento de alguna forma, desmemoriado, pues la memoria, ese lugar custodiado por Nemosyne, ha diluido las ceras que permiten la incrustación de las marcas. Esta poética no necesita entonces la demarcación pues es la misma instantánea de la demarcación, es el camino que se abre ahí donde está el límite que cierra. Esta apertura, que se ve en afección directa con el espacio y el tiempo, Jodorowsky la enseña cuando nos dice “Deja de ser tu propio testigo, deja de observarte, se actor en estado puro, una entidad en acción. Tu memoria dejará de registrar los hechos, las palabras y los actos realizados” (Jodorowsky La vía 150). Hay pérdida en el fragmento del ser que es unidad mientras solo “es”; es decir, nuestra unificación es la unificación momentánea del instante múltiple y en devenir. No hay espacio para habitar, no hay morada para instalarse, pues “No tienes la concepción del espacio, devienes espacio” (Jodorowsky La Vía 150). Este devenir radical del instante como instancia “suprema” es el salto al vacío por el que el loco, que somos junto al mundo y su fluir imaginario a la manera jodorowskyana, mira el horizonte con la fuerza que el olvido de sí mismo produce: fuerza creadora, vital y, por esto mismo, pulsión de muerte. Si se expresa la totalidad es para afirmar que lo posible, el advenimiento del porvenir, está aquí y ahora, y no en metafísicas trascendentales:

Voy a lo esencial, al centro del mundo
y entre el vacío que separa a los números
me expando hacia las diez direcciones
para encontrar mi significado profundo
En cualquier sitio.
(Jodorowsky Yo19)

Conviene más a este pensamiento poético el de la filosofía cínica y el perro, pensamientos del desprendimiento y del abandono, del cual Nietzsche ya nos habló en términos enérgicos: “El cinismo; hay que conquistarlo con los dedos más delicados y asimismo con los puños más valientes” (Onfray 48). A propósito de este pensamiento del viaje y del cinismo, el mismo Michel Onfray en su hermoso estudio sobre los cínicos nos habla sobre cierta necesidad de actualizar el pensamiento vagabundo en momentos de racionalidad totalizante e institucionalizada:

Hoy es perentorio que aparezcan nuevos cínicos: a ellos les correspondería la tarea de arrancar las máscaras, de denunciar las supercherías, de destruir las mitologías y de hacer estallar en mil pedazos los bovarismos generados y luego amparados por la sociedad. Por último, podrían señalar el carácter resueltamente antinómico del saber y los poderes institucionalizados. Figura de la resistencia, el nuevo cínico impediría que las cristalizaciones sociales y las virtudes colectivas, transformadas en ideologías y en conformismo, se impusieran a las singularidades. No hay otro remedio contra las tiranías que no sea cultivar la energía de las potencialidades singulares, de las mónadas”.
(Onfray 32)

Así, mediante un proceder en devenir múltiple y desastroso, teniendo el desastre como la guía loca del porvenir, advenimiento de lo inesperado, la forma poética debe recurrir a fragmentos de la totalidad, pequeñas extremidades espacio-temporales de textualidades que dirijan, indiquen, más que apelen. Una escritura que se repliegue al exterior y al instante, fluida y escapada al infinito. Para construir una poética con este rigor es necesario esta evasión del todo y la elección de la forma textual debe ser la del extraño momento de lo instantáneo. Un escritura que indique lo que apuntaría un “índice cuya uña es arrancada” (Blanchot La bestia, 28). La escritura vuelta loca en su locura. El recurrir de Jodorowsky al fragmento, en su obrar múltiple, tiene entonces otra forma de manifestarse al recurrir a los procedimientos cercanos a las tradiciones literarias del aforismo, haikús y koans. Decimos cercanos pues en su libro fragmentario Piedras del camino, encontramos señales, indicaciones escriturales, direcciones sin fin, palabras escritas a la manera de El loco del Tarot, palabras vagabundas, que son la verdad que se piensa mientras se viaja, palabras del mismo viaje.

Ya decíamos que este escribir fragmentario es cercano al haikú, pues “a veces” se recurre a la métrica japonesa, pero en otras, la medida del haikú es la llave que abre la puerta, pero no la casa, debido a que el delirio de la escritura loca no habita sino en su errar constante.

69
Nada transcurre
en este instante
que lo contiene todo.
(Jodorowsky 43)

Continuará...

Autor: Cristian Cisternas Cruz
Imagen: Old English Tarot

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