sábado, 24 de octubre de 2015

Cuento La Máquina Incomprensible


Un rey despertó angustiado: había tenido una pesadilla. Se soñó de siete años, perdido en un jardín donde encontró una máquina pequeña que no supo hacer funcionar.

Bruscamente tuvo catorce años: el jardín era un parque y la máquina semejaba una casa. Trató de manejar sus múltiples palancas, pero no pudo. ¡Ya tenía cuarenta años y vagaba por una selva tenebrosa! La máquina era más grande que su palacio, con tantos botones, manivelas y engranajes que le era imposible comprenderla.

¡Se vio sentado en la cima de un monte, convertido en anciano! En el valle brillaba la máquina, extensa como una ciudad. Decidió introducirse en ella. Viajó por kilómetros de tubos, moviendo barras y mandos sin lograr respuesta. ¡Se vio agonizando junto a ruedas más altas que montañas!

«¿Para qué servirá esta máquina?» Al terminar su pregunta, estuvo otra vez en el pequeño jardín, al lado del primer y simple mecanismo. «¡Ya sé para qué sirve: basta mover su única palanca (bajó esa varilla) para que surja el estilete (un cuchillo fino emergió del vientre metálico) que debe atravesarme el corazón!» Con frialdad cirujana la hoja hurgó en su pecho hasta quitarle la vida...
El rey despertó gritando. Cuando pudo calmar la estampida de latidos, dijo:
«¡Así es la vida: una máquina incomprensible que tiene por finalidad asesinarnos! ¡No vale la pena!
¡Esta es la verdad: se nace, se sufre, se muere!»

Ofreció una fortuna a quien le rebatiera. Algunos arguyeron que también se gozaba. Contestó: «La alegría es sufrimiento porque la muerte la pulveriza: en el mismo momento del placer, se tiene melancolía por su cese ineludible.» Amargado, se encerró en el palacio durante años.

Un día vio por su balcón a un monje que meditaba plácidamente. Llegó hasta él y lo sacudió: «¡Si dices algo más cierto que ‘Se nace, se sufre, se muere’ te doy mi reino!» Sonriendo, el monje le respondió: «¡No se nace, no se muere!»
El rey comprendió. Se hizo discípulo del santo y abandonó el trono.

Alejandro Jodorowsky
La Vida Es un Cuento

“¡Tengo miedo de morir! // Lo que tienes es miedo de vivir”.
   
Nacer, morir, el último paso es igual al primer paso.

Morir es terminar de nacer.

Si no aprendemos a nacer, nunca sabremos morir.
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Mensaje:

No basta con nacer y morir. Hay que nacer y después acabar con la percepción de nosotros mismos...
Cuando nacemos del agua, nacemos de la madre. Enseguida nos hace falta vivir un segundo nacimiento que pasa por lo que se llama la muerte iniciática. Hay que morir a nuestro yo. Para entrar al centro del laberinto hay que verdaderamente disolver el yo.

“Nacer” y “morir” son conceptos ilusorios. El individuo es Humanidad y la Humanidad es parte del Universo, increado, infinito. Nacer y morir sólo son transformaciones de una Conciencia eterna.

Alejandro Jodorowsky
Fragmento de “Evangelios Para Sanar”

Ilustración: Claudia Tremblay 
Artículo tomado del blog de Lina Muses 

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